lunes, 5 de marzo de 2007

1974: Yes: Relayer



Pistas:

1. The Gates of Delirium (21:54)
2. Sound Chaser (9:30)
3. To Be Over (9:03)


Por aquellas épocas gloriosas donde el rock tenía aun un significado y cuyo seno acuñó piezas monumentales como The Dark Side of the Moon, Thick as a Brick o The Lamb Lies Down on Broadway, aparece el séptimo álbum de Yes, banda británica que en absoluto necesita mayor presentación.

La madurez de la banda llega en un lapso de tiempo relativamente corto: en sólo cuatro años de existencia han compuesto ya sus canciones más logradas y famosas (Yours is no Disgrace, Roundabout, Starship Trooper, etc., con excepción de la ochentera Owner of a Lonely Heart) y una pieza maestra que personalmente considero una de las cumbres del progre setentero: Close to the Edge. Es precisamente la arquitectura del Close la que Yes usará en su Relayer, es decir, una canción de 20 minutos de duración seguida por dos de diez. Los resultados difieren bastante de su predecesor.

Como dije, para estos momentos el sonido de Yes había alcanzado ya la mayoría de edad: la banda tenía un sonido original y definido y había explorado casi todas las posibilidades de este, desde los tonos melódicos y pegajosos de The Yes Album hasta la misteriosa desmesura del Tales from Topographic Oceans. Su música fue dilatada y contraída, mística y fúnebre, alegre y reflexiva. Y sin embargo, todavía quedaba un camino de aquel sonido setentero que Yes no había recorrido aun y cuyo atisbo nos asalta sin aviso alguno apenas empezamos a escuchar el Relayer: éste es, el camino de delirio.

De manera muy similar a Close, The Gates of Delirium nos recibe con una bambalina de notas disgregadas, una suerte de cortina de fragmentos de vidrio que se abre entre el jugueteo y medio-atisbo-de-lo-que-vendrá-más-tarde de la guitarra de Steve Howe. Es muy propio de Yes introducir, entre el juego difuso de la guitarra o el teclado y como "sin querer queriendo", pequeños trozos de música que eventualmente se convierten en el eje de toda la pieza, acaso a manera de adelanto o calentamiento. Y de nuevo, al igual que Close, Gates inicia como una especie de caos que se ordena con una magia y perfección admirables, en Close con un riff de Howe, aquí con la sublime voz de Jon Anderson. Lo que sigue es una melodía enérgica sazonada con el sonido maleable y anegado de juventud (hasta infantil por ratos, pero siempre preciso) del teclado de Patrick Moraz, una melodía in crescendo y terriblemente multiorgásmica. El clímax del sexto minuto se toma un receso para someter al oyente a la tensión espacial y solemne que precisan la reflexión de las líricas. Pero la angustia se ve recompensada inmediatamente con un nuevo clímax que marca el término de una primera parte y la inauguración de la segunda, donde todo se difumina y sobrepasamos por fin las puertas para hallarnos en el centro del delirio. En este punto los Yes pierden el control en su totalidad y su música adquiere una fuerza y una locura imposibles; mejor aun, su música se vuelve la locura misma. Este delirio vertiginoso se ordena en lo que podría ser uno de los clímax más intensos que he podido experimentar escuchando música. Y como cabría esperar después de un orgasmo intenso, nos hallamos en una suspensión mágica, un interludio sólo acompañado por un teclado benevolente y dulce. La canción culmina con una tercera parte que es más bien suave y melancólica, en la que prima totalmente por la voz angelical de Anderson.

De las siguientes pistas, me parece, no hay mucho qué decir. La calidad del álbum se ve bastante reducida con Sound Chaser, una canción más bien dispareja que pierde melodía en su intento de inspirar celeridad. To be Over recobra nuevamente esta calidad. A manera de And You and I, ésta es la pista mellow, la balada feelin' y espacial del álbum. Lamentablemente, el clímax de la primera no lo hallaremos aquí, o al menos no con tal fuerza. El tema comienza con una larga introducción que acoje primero el sonido metálico de las cuerdas de Howe y luego una suerte de música entre espacial y oriental, provenientes ambas de la slide guitar del mismo Howe. Lo demás no es sino una exploración más extensa de estos sonidos, junto con el infaltable teclado solemne de Moraz, tan adecuado para proporcionar el ambiente mellow.

En cuanto las líricas, Gates igualmente se lleva el primer lugar. Mientras que Sound Chaser divaga entre un sonido el cual hallar y que termina por convertirse en los ojos de la amada, y To be over nos remite nuevamente al consejo optimista e intrínsecamente andersoniano de "tómatelo con calma que todo se soluciona con amor", Gates, basada en Guerra y Paz de Tolstoi, reflexiona acerca del conflicto y la guerra como características innatas del ser humano: en un primer momento se divisa la negatividad de la guerra para luego admitir que esta es necesaria si se quiere acabar con la opresión y alcanzar la libertad; en un tercer momento se cuestiona el precio que conlleva la guerra y se concluye con que contaremos siempre con una luz que nos guiará en el momento de las decisiones. Esta luz queda totalmente indeterminada, un grito de esperanza entre tanta noche infinita, algo en qué creer para seguir adelante.

En fin, all in all el álbum es bueno. No llega a la distinción de genial como Close o incluso Fragile, en donde las partes fluyen y se conjugan diáfanamente con el todo, pero tampoco es un álbum más del montón. Por lo demás, The Gates of Delirium, fuera de contener en sí mismo toda la calidad y fuerza del álbum (sin Gates el álbum sí terminaría por ser terrible, esto para los estándares de la banda), es una pieza maestra tanto de Yes como de toda la historia del rock progresivo. En cinco palabras: por Gates, vale la pena.



Mis calificaciones personales:

Canciones (5/5): 1- terrible, 2- mala, 3- decente, 4- buena, 5- genial
Álbumes (10/10): 1-3 entre horrible y malo, 4-6 entre decente y bueno, 7-9 entre muy bueno y excelente, 10 obra maestra



The Gates of Delirium: 5/5
Sound Chaser: 2.5/5
To be Over: 3/5

Relayer: 6.5/10
(Bueno)







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